domingo, 9 de noviembre de 2008

10. Ofensa y daño.


Lucía, nuestra hija, cumple h0y 18 años. En este momento, estará bailando en Salsorro, un Congreso de salsa que se celebra en Santiago. La primera anotación en mi agenda de 2008, en letras rojas, es de ella. En la casilla del 9 de noviembre, domingo, Nuestra Señora de la Almudena, escribió para mí, para que no me olvidase: "CUMPLE LUCÍA 18 años".
Es cierto, nuestra pequeña ya es mayor de edad. Le enseñaremos, la tutelaremos un poco más, pero a partir de ahora aprenderá mucho más ella sola. Y pronto nos superará.
Esta mañana, su madre y yo hemos estado leyendo un capítulo del "Pregúntale a Platón" de Lou Marinoff. Trataba sobre algo que todos deberíamos enseñar a nuestros hijos, a nuestros alumnos. La distinción entre daño y ofensa.
1. Recibimos un daño, por ejemplo, si alguien nos rompe un brazo. Este hecho conlleva consecuencias de dos tipos: el dolor físico y la incapacidad para trabajar, o llevar la forma de vida que desearíamos. durante el tiempo de convalecencia.
2. Recibimos una ofensa, por ejemplo, cuando alguien nos insulta, se burla de nosotros, o nos infravalora por nuestro origen étnico, inclinación sexual, religión, etc.
Debemos enseñarles a nuestros hijos que un daño no es igual a una ofensa. De hecho, si la ofensa nos hace "daño" no es por culpa del ofensor. Solo nos "dañan" si nosotros recibimos la ofensa como tal "daño". Si alguien dice que yo bailo como un Papá Noel de escaparate, puede que haga caso, deje el baile y demande al "ofensor". También me lo puedo tomar a broma y seguir bailando sin que me afecte en absoluto.
Hasta ahora os parecerá que esta distinción entre ofensa y daño es algo obvio y carente de relevancia. Sin embargo, nuestra sociedad no sabe distinguir entre ellos y esto es causa de muy graves problemas.
Por ejemplo, recientemente ha salido a la venta el libro de Pilar Urbano sobre la Reina, con motivo de su setenta aniverasario. Aparecen las opiniones de la reina sobre algunas cuestiones referentes a la homosexualidad.
Antes de avanzar, quiero dejar en claro un par de cosas:
- La existencia de la monarquía es incompatible con la inteligencia.
- Los reyes son seres humanos (y no instituciones) y deben disfrutar de plena libertad de expresión. (Si los reyes se sienten instituciones, simplemente con abdicar ascenderán a seres humanos).
Sigamos. La reacción a estas opiniones, por parte de algunos individuos y colectivos, ha sido considerarlas ofensivas. Hasta aquí bien. Quien padece algún complejo, se siente inferior, o simplemente no aprendió, no quiere o no puede pasar por alto las opiniones de los demás, puede darse por ofendido. Es su problema.
¡Ah! Pero no queda ahí la cosa. Resulta que estos sujetos (sujetados, incapaces autonomía) exigen la retirada de las declaraciones y las disculpas de la Reina. Y aquí viene la oportunidad de distinguir entre ofensa y daño. Yo puedo exigir reparación por un daño, pero nunca por una ofensa. En primer lugar porque las ofensas son algo construido entre las dos partes: el ofendido es corresponsable de la ofensa al asumirla como tal. Y en segundo lugar, porque actuar contra las ofensas supone una amenaza para un bien muy superior: la libertad de expresión.
Y es que la libertad de expresión está amenzada si no puedes decir que las mujeres que abortan son unas asesinas y que el matrimonio está formado, exclusivamente, por un hombre y una mujer, que el hombre tiene un rendimiento laboral, en puestos directivos, superior a la mujer o que las suecas son más guapas que las ecuatorianas. Solo sostengo que lo anterior no hace daño a nadie y que por lo tanto puede decirse sin ningún problema. No se puede hacer daño a los demás, pero la ofensa es un problema exclusivo de quien se siente ofendido, y hablando, o escribiendo, no se ocasiona ningún daño.
Otro impactante suceso de estos días, ha sido la muerte de una niña en Ripollet, a manos de compañeros de instituto.
Se ha achacado la violencia juvenil a múltiples causas: la tele, los videojuegos, internet... Marinoff piensa que en la mayor parte de los casos, estos ataques responden a una provocación verbal o rechazo. En el caso de Ripollet, parece que este rechazo proviene de los amigos del asesino, que se burlaron al pillarlo besando a la chica asesinada. Dice Marinoff que los jóvenes, como muchos adultos, confunden la ofensa con el daño y responden con un cotraataque letal. Los jóvenes matan porque les "faltan al respeto".
Pero es importante saber que este auge de la violencia juvenil se da en nuestra sociedad porque educamos a los jóvenes en un ambiente falto de disciplina (sí, sí aunque muchos se ofendan si digo que hay que disciplinar a los niños) y de amor (sí, sí hay que estar con los hijos y darles mucho amor y no dejarlos abandonados a su suerte. Recuerdo el cuento de Jorge Bucay del niño que ahorró para comprar una hora del tiempo de su papá).
Por último voy a referirme a una sentencia que viene al caso (un problema de que alguien se dé por ofendido por algo que digas, es que puede demandarte): El juzgado de primera instancia, en sentencia de 3/11/1998 absolvió a la revista Quimera por un artículo crítico, irónico, satírico y mordaz contra la SGAE. El juez dice que el derecho a la libertad de expresión incorpora la posibilidad de comunicar opiniones, comentarios, críticas y alabanzas, es decir, el parecer del que ejercita su libertad frente a algo o frente a alguien, y que como tales opiniones o ideas de una persona, son intangibles y no fácticas y su poder de control consiguientemente es menor o no puede estar sometido a reglas predeterminadas, y según el T.C. comprende el derecho a la crítica de la conducta de otro, aun cuando ésta sea desaborida o ácida y pueda molestar, inquietar o disgustar a quien se dirige, siempre y cuando no se incurra en el insulto formal o en expresiones intrínsecamente vejatorias, y así el T.C. en su sentencia de 20 de enero de 2002, siendo todas las valoraciones de una carga subjetiva importante ya que lo que a unos les resulta ofensivo para otros no lo sería.
Nadie es perfecto, y menos el que esto escribe. Reconozcamos nuestros errores y empecemos cuanto antes a distinguir ofensa de daño. Podemos ingnorar la ofensa. Podemos respetar la libertad de expresión de los demás. Yes, we can. Y si aún así nos sentimos ofendidos, respondamos con ideas, con palabras, con textos; nunca con daño. Es una de las mejores enseñanzas que podemos legar a nuestros hijos. ¡Abajo el "pensamiento único" "políticamente correcto"!

1 comentario:

  1. Moi ben feita a diferenciación entre daño e ofensa. O problema, coincido contigo, está en confundilas en moitas ocasións.
    Paréceme fundamental ensinar aos nosos fillos, alumnos nesa diferenciación que farian que se sentisen menos atacados o que, por otra parte, evitaria moitos conflictos.

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