miércoles, 14 de abril de 2010

La enfermedad rarámuri.

Los rarámuris viven en la sierra Tarahumara, estado de Chihuahua, fundamentalmente en los municipios de Bocoyna, Urique, Guachochi, Batopilas, Carichí, Balleza, Guadalupe, Calvo y Nonoava, al noroeste de México. Según el censo del 2000, son 84.086 personas muy dispersadas geográficamente, con una economía de subsistencia basada en el maíz y la cría de chivas. Hablan una lengua del tronco lingüístico yuto-náhuatl: el ralamuli.


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La enferemedad rarámuri está relacionada con el estado de ánimo: estar enfermo es estar triste. La causa de la enfermedad y la tristeza puede ser:
  • el incumplimiento o transgresión de alguna norma.
  • una fuerza negativa.
  • recibir un susto muy fuerte.
  • un efecto del entorno ambiental.
  • alejarse demasiado del territorio.
  • pasar cerca de un cementerio o una cueva con enterramientos.
  • la mala suerte.
  • la presencia del korémaka o sukiki (un espíritu).
  • el encuentro con un jurubí (persona chaparrita que vive en el monte)
  • el mal pensamiento de un sukurúame (hechicero).
  • mantener relaciones sexuales con personas chabochis (blancos, locos que hablan mucho)
  • ser envidiado, hay que dar kórima (ayudar desinteresadamente) y no sobresalir demasiado.
  • no hacer ofrendas, tesgüino (fermentado alcohólico de maíz), fiestas y bailes a Onorúame (dios padre y madre). La tristeza contagia la enferemedad, la alegría devuelve la salud.
  • o hacer una ofrenda oportuna al diablo.
  • no haber recibido una curación preventiva.

Los rarámuri distinguen dos tipos de enfermedad.
  1. Las que afectan solo al cuerpo. Se curan con hierbas medicinales.
  2. Las que afectan a la totalidad de la persona, afectan también al alma. Sólo pueden ser curadas por especialistas. Todos ellos saben curar (o enfermar) por medio de los sueños y son las únicas personas capaces de tener control sobre sus sueños con el fin de resolver los problemas de sus pacientes o de hechizar. Se dice también que, cuando un doctor se muere, en realidad no fallece sino que se convierte en oso.
    • un sukurúame. Además de curar, sabe enfermar.
    • un owirúame (médico yerbero tradicional). En función de sus actos un owirúame puede convertirse en sukurúame.
    • un wanaame o chupador de gusanos, de los que ya casi no hay, y todos los que quedan son viejitos. Succionan cuerpos extraños del interior de la persona enferma.
    • un sipaame (raspador de peyote y jícuri), quien entre todos los especialistas es el más respetado, pues atiende las enfermedades más difíciles de tratar.
El procedimiento para curar pasa por las siguientes fases:

  • El doctor pregunta a la persona enferma qué comió, qué bebió, dónde estuvo caminando, qué soñó...
  • El doctor sueña con el enfermo tres noches seguidas si es varón o cuatro si es mujer (el varón tiene tres almas y la mujer cuatro) con la finalidad de saber donde están sus almas e ir a rescatarlas.
  • El enfermo hace yúmari, raspa de jícuri o bacánowa.
    • El yúmari o tutuburi (antiguamente había diferencias, hoy perdidas) es una danza petitoria o de júbilo que refrenda la relación de mutua dependencia que se estableció desde el comienzo de los tiempos entre los rarámuri y el Onorúame. El Onorúame es representado por una o más cruces —según los indígenas, representación de un cuerpo humano— “vestidas” de tela blanca y con algunos collares. En los pies de la misma se tiende una cobija sobre la cual se disponen, en distintos momentos de la ceremonia, los alimentos-ofrenda (vaca, chiva, conejo..., pero nunca animales impuros como la liebre o el cerdo ni animales de trabajo como el asno o el caballo) ciertas medicinas ceremoniales, la cornamenta de la res sacrificada y, cuando se trata de un yúmari comunitario, las efigies católicas custodiadas en el templo. Se distinguen dos fases:
      1. Sacrificio y ofrenda, danza y canto. La figura central de la danza, que por lo general comienza de noche y termina después del amanecer, es el cantador (wikaráame), persona a quien el Onorúame ha provisto de los conocimientos necesarios para conducir el rito en cuestión. Sus principales herramientas comunicativas son la sonaja y el canto, un estribillo sonoro combinado, a veces, con palabras indescifrables que constituyen una suerte de dotación secreta de cada cantador. Al igual que otros cantos y otros conocimientos religiosos, se dice que es el Onorúame quien le enseña este estribillo a través de los sueños. En su tarea, el cantador es acompañado por algunos hombres y mujeres que entran y salen del escenario. El wakiráame recibe del casero la sonaja o sáuraka, se acuerda el número de piezas que bailará y entra en el patio (awirachi) saludando a la cruz, dando vueltas a su alrededor y deteniéndose en los puntos cardinales por orden: este, oeste, norte, sur, girando sobre sí mismo de una a tres veces y agitando la sonaja en uno y otro sentido. Desde la posición que le corresponde, al oeste del patio, frente a la cruz, recibe las ofrendas en un orden determinado, que se depositan a los pies de la cruz, para que Onorúame sea el primero e degustarlas, nutriéndose de su aroma (el espíritu de los animales). Concluidos los tres primeros bailes, el wakiráame y unas cuantas personas próximas, toman la mari (un cocido de las vísceras del animal). Poco a poco los asistentes van incorporándose a la danza, sin participar en el canto: Los hombres se colocan a la izquierda del wakiráame mirando a la cruz y las mujeres a la derecha. La danza consiste en desplazamientos de frente hacia la cruz y alejamientos de espaldas hasta la posición de partida, bajo la dirección del wakiráame. Tras largo rato, se gira en ambos sentidos alrededor de la cruz, cambiando continuamente. Los hombres siguen al wakiráame y las mujeres giran en sentido inverso, generalmente por fuera. El wakiráame acelera la marcha de forma que es difícil seguirlo y la danza se converte en un juego. Puede volverse al sentido lineal y otra vez al circular varias veces.
      2. Comensalismo y libación de tesgüino y bebidas medicinales administradas por el owirúame, quien puede ser al mismo tiempo el wikiráame (tres cucharaditas a los hombres y cuatro a las mujeres). En los yúmuri comunitarios festivos, el fiestero saliente entrega al entrante, responsable de organizar la próxima fiesta, un cuarto trasero del animal sacrificado. La fiesta termina con una despedida en la que los asistentes van pasando frente a frente uno a uno tocándose mutuamente el hombro izquierdo y estrechándose levemente la mano la elevan dirigiéndose palabras de congratulación y buenos deseos. A continuación se reparte la comida y se toma el tesgüino. El consumo de tesgüino puede prolongarse durante más de un día, produciéndose una fuerte interacción facilitada por la embriaguez y un estrechamiento de vínculos, aunque a veces afloran conflictos latentes.
    • El jícuri combina la danza y el consumo de peyote (hículi). Es una ceremonia privada muy restringida. Se realiza exclusivamente en invierno, junto a un arroyo, desde antes del media noche hasta el amaneceer. El rarámuri que entra en la rueda del júcuri por primera vez, debe realizarlo dos o tres veces más en vida para completar las tres o cuatro ceremonias, según sea hombre o mujer. Después de la muerte de una persona, sus familiares realizarán una raspa más para que el alma del difunto suba al cielo y no quede atrapada en el jícuri. Los danzantes forman un círculo de unos 8 metros de diámetro en el interior del cual y al este, se coloca un cruz de madera desnuda de 1 metro de altura, con dos horcones. En el que da al norte se cuelgan los pulmones, corazón, patas traseras... del animal sacrificado, generalmente vaca o venado. Estas presas constituyen la paga o recompensa del sipáame. En el que da al sur se cuelgan campanillas, campanas y cencerros. Sobre el suelo se colocan otras ofrendas en forma de alimentos y objetos. En el centro del círculo se dispone una hoguera. Se utilizan espiracas, sonajas, cascabeles, cencerros, a veces violín y tambor y la danza es muy enérgica. Además de tomar el jícuri, el sipaame coloca el palo raspador encima de la cabeza del enfermo y lo raspa tres veces de dentro a fuera pronunciando algunas palabras propiciatorias. Un ayudante lo purifica con un sahumerio de incienso y le administra tres cucharadas de mescal si es hombre y cuatro si es mujer. Se realiza la misma operación con los demás asistentes. En los días siguientes, los asistentes deben atenerse a una serie de restricciones. 
    • El bacánowa combina la danza y el consumo de la raíz del pequeño cactus bacánowa, al que se atribuye un poder aún mayor que el del peyote. Se alternan danzas en un círculo de unos cuatro metros de diámetro y descansos, desde el anochecer hasta media noche, mientras se consume tesgüino continuamente lo que provoca salidas continuas a orinar. Al oeste del círculo se sitúa una cruz de madera de 40 centímetros. Los cantos se acompañan de violín y guitarra y la danza es menos enérgica que en el jícuri. La embriaguez se generaliza mientras el curandero pronuncia las plegarias. Se queda con las ofrendas (gallina, chiva) como pago a sus servicios, si bien puede ofrecer parte al ayudante o distribuirlas entre los asistentes. http://dialnet.unirioja.es/servlet/fichero_articulo?codigo=2800421&orden=0



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