jueves, 7 de octubre de 2010

Ch'oles. La presencia de los mayas.

Niñas cholanas.

Los ch’oles son descendientes de los mayas.
Desde la conquista y colonización españolas, la categoría de indio delimitó y condicionó de forma negativa su relación con el resto de la sociedad dominante.

Distribución de la población Ch'ol


Al momento del contacto los ch'oles no formaban una unidad estatal. Ocupaban una franja,  compartida con chontales, choles, pochutlas, lacandones, choltíes, chortíes y manchés, que se extendía desde el oriente de Tabasco, pasando por el norte de Chiapas, la selva Lacandona, el sur de Petén y de Belice, hasta el oriente de Guatemala y el occidente de Honduras, formando un arco regional conocido como “la Media Luna cholana”. Los grupos localizados en los extremos del arco fueron sometidos muy pronto, mientras que los de la selva lograron mantener su autonomía hasta fines del XVII.

Durante la época colonial, los pueblos ch’oles vivieron en territorios del Reino de Guatemala, y por cerca de doscientos años los cronistas se refirieron a ellos como una población insumisa y guerrera, habitantes de una región selvática difícil de sojuzgar, conocida también como Tezulután o tierra de guerra. En este periodo persistió el esfuerzo de los misioneros por congregar a los indígenas en pueblos, en tanto los ejércitos españoles lanzaban ataques con el propósito de sojuzgarlos y “reducirlos”. Para esta población, un recurso para su supervivencia fue huir a las montañas, pero, al establecerse la Colonia en todo el territorio, florecieron las encomiendas y las haciendas que explotaron a los indígenas, con una mano de obra prácticamente esclavizada.

A finales del XIX, el Gobernador del Estado Emilio Rabasa legisló en contra de las tierras comunales, con el propósito de que los indígenas se transformaran en obreros asalariados y eventualmente en propietarios agrícolas modernos para integrarse a la sociedad mexicana. Los terrenos comunales se convirtieron entonces en propiedad privada. La consecuencia inmediata fue la concentración de las tierras en manos de grandes inversionistas y terratenientes. Las fincas coloniales de la zona se transformaron en grandes empresas agroexportadoras manejadas por extranjeros europeos (alemanes), estadounidenses, libaneses y coreanos, que llegaron atraídos por las políticas desarrollistas del Gobierno. Los descendientes de españoles que eran dueños de ranchos, también se dedicaron al cultivo de café y colaboraron con los extranjeros en la organización económica y política regional. Unos cuantos empresarios monopolizaron el uso de la tierra, y obligaron a la población indígena a trabajar para ellos.

En Salto de Agua, la empresa más sobresaliente fue la German American Coffe Company, que además de sus instalaciones de embarque cercanas a aquel pueblo, contaba con varias propiedades en la cuenca del río Tulijá, siendo la más importante la finca El Triunfo, en el actual municipio de Tumbalá. En las primeras décadas del siglo xx, la compleja infraestructura de ésta para el beneficio del grano incluía cinco niveles de maquinaria industrial, electricidad, comunicación telefónica y un tranvía que no se terminó. Este tranvía se había proyectado para trasladar personas y mercancías desde la finca hasta un punto cercano de embarque fluvial, ya que el Tulijá y algunos de los afluentes eran navegables, y el acceso hacia el mar resultaba fácil para el transporte de los productos agrícolas. Los caminos se ensancharon para el tránsito de cargadores indígenas, recuas de mulas y caravanas de arrieros que conducían cerdos para su embarque. Más tarde se construyeron pistas de aterrizaje para avionetas .

Las fincas chiapanecas tenían un sistema de contratación laboral conocida como peonaje o servidumbre por deuda, la cual iniciaba con el enganche, es decir, la contratación del trabajador mediante anticipos de dinero, y luego con las tiendas de raya que le vendían mercancías a cuenta de su salario; de tal manera que el endeudamiento constante le impedía renunciar al trabajo. Ésta fue una práctica colonial continuada por las empresas cafetaleras, madereras y huleras de la época. El trato recibido por los ch'oles fue degradante (mosojäntel, el tiempo de la esclavitud) . La relación de señor-servidor fue causa de muchos abusos incluyendo la práctica de “desflorar” a la novia antes del casamiento. Los campesinos que lograron mantener cierta independencia de las fincas se dedicaron a la milpa y a la crianza de cerdos. Cuando los ch’oles ya no quisieron trabajar, los finqueros llevaron a los tzotziles.

La clase terrateniente de Chiapas se opuso al movimiento revolucionario mexicano de 1910 y mantuvo un conflicto bélico en contra de la intervención federal hacia los años de 1914 a 1920. Los trabajadores agrícolas se politizaron en aquellos tiempos: los años de guerra y de participación en movimientos sindicales y en los comités agrarios fueron creando un movimiento social que debió ser atendido por el Gobierno. Una de los acciones más importantes de reivindicación fue la restitución parcial de tierras a los pueblos, y el inicio de una reforma agraria, con cuya aplicación se crearon los actuales ejidos, comunidades formadas mediante la dotación de tierras recibidas en calidad de posesión por el Gobierno Federal. Sin embargo, la obtención de tierras no fue una tarea fácil; durante varias décadas, los ch’oles gestionaron su obtención ante las autoridades agrarias, enfrentando diversas prácticas de corrupción, sobornos y engaños; además, se registraron varios hechos violentos en contra de los terratenientes y sus propiedades. La mayoría de las poblaciones ejidales de hoy en día no lograron constituirse sino hasta la administración de Lázaro Cárdenas. A pesar de los cambios políticos que supuestamente traerían beneficios económicos para el campesinado, éste ha continuado siendo pobre y dependiente tanto de los comerciantes kaxlanes como de los agentes del Gobierno.
El inicio del cultivo de café en las parcelas campesinas no fue un proceso simple, sino que se dio en un ambiente de violencia y de tensiones políticas. Los terratenientes negaron a los ejidales el acceso a las plantas de café. Los campesinos robaron el café de las fincas y comenzaron a cultivarlo a escondidas. Los coyotes ladinos que empezaron a hacer negocio con la especulación del grano, y obstaculizaron la venta del café en Salto de Agua por medio de un fiscal que cobraba impuestos. La falta de infraestructura y los escasos medios de transporte y comunicación, entre otros factores, obstruyeron la comercialización del grano. El Gobierno no desarrolló infraestructuras o programas efectivos de apoyo a los pequeños productores; la dependencia al mercado internacional de este cultivo y la caída de los precios (hacia la segunda mitad de la década de 1980) empujó a estos productores a abandonar las cosechas o del cultivo en sí, a migrar a las ciudades, o a emplearse como asalariados.

Los principales beneficiarios de las reformas fueron los ladinos, al convertirse en los intermediarios del poder estatal, al tiempo que tomaron el control de los municipios, acapararon las tierras productivas y monopolizaron el comercio del café. Los ladinos o mestizos generalmente se han relacionado con los ch’oles de forma asimétrica: primero como intermediarios entre los patrones extranjeros y los indígenas, y después como funcionarios del aparato burocrático del Estado. Desde tiempos remotos, los cargos del Ayuntamiento debían ser ocupados por personas instruidas, con ciertos conocimientos de la ortografía y caligrafía castellanas. Esto brindó oportunidad a los ladinos de ocupar cargos de control administrativo en los municipios ch’oles. Ser Presidente municipal significaba la culminación de una carrera después de haber desempeñado una serie de cargos burocráticos en el Ayuntamiento. En la actualidad, esta población está abandonando los pueblos ch’oles, en parte por las tensiones étnicas y políticas, y en parte también por razones económicas y de superación personal.

La globalización, desde la perspectiva indígena, tiene como antecedente esta vieja historia de colonialismo europeo y norteamericano, es una nueva versión de un sistema de dominación frente al cual los ch’oles contestan con sus propios recursos culturales y con su ingenio, abriéndose al cambio y apropiándose de la cultura ajena, más que cerrándose en su interioridad, aunque esto lo hagan en una franca posición de desventaja e inequidad .


En tiempos reciente, la migración ch'ol ha constituido un fenómeno muy marcado. Los serios problemas históricos sobre la tenencia de la tierra, los bajos precios del café para los productores y el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional son factores que han provocado el desplazamiento de la población indígena de Chiapas hacia otros estados, principalmente Tabasco. Estas migraciones han sido fuente de nuevas tensiones y conflictos étnicos y sociales. Al llegar a vivir a las ciudades, generalmente se ocupan en oficios mal remunerados, incluyendo la prostitución.

Según el censo de 2000 del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática 173.683 mexicanos hablaban ch’ol, de los cuales 33.3% eran monolingües. Presenta dos variedades dialectales principales: el ch’ol tumbalteco y el ch’ol tileco.

Los municipios con mayor número de hablantes de ch'ol eran:
  • Tila 40.354.
  • Salto de Agua 30.698
  • Palenque 19.909
  • Tumbalá 19.081
  • Sabanilla 11.361. 
Los ch'oles practican el catolicismo y el protestantismo.


La superficie de los municipios ch’oles es sumamente irregular, la parte norte del macizo central de Chiapas está formada por una cadena montañosa. El ambiente es húmedo, con temperaturas cálidas en los valles y templadas en las montañas. Cuenta con planicies que atraviesan algunos ríos, y con tierras de aluvión, que median entre 200 y 600 metros sobre el nivel del mar. La topografía es calcárea con innumerables corrientes subterráneas de aguas y cuevas. La precipitación pluvial está presente de mayo a marzo. El antiguo paisaje selvático ha sido deforestado por la milpa, la extracción de maderas preciosas y la ganadería. En este sentido, a pesar de que la cafeticultura es una de las principales actividades económicas no ha sido una solución al problema del deterioro ambiental.

Tila. Chiapas. México. Foto: Rogelio Alberto. 
http://www.panoramio.com/user/643929?with_photo_id=6265412

Los ch’oles llaman a su propia lengua y al lenguaje en general con el término t’an. De esta manera, Ch’ol t’an es la lengua ch’ol. Su vitalidad debe a una rica tradición oral, mediante la cual se reproduce cotidianamente la cultura. Es así como en los poblados ch’oles destacan ciertas personas por sus habilidades narrativas, por su capacidad para contar historias y transmitir la memoria colectiva del grupo. Para los ch’oles, conversar es un medio de transmitir información, pero también una manera de entretenimiento y de diversión familiar, y a ese placer le dedican mucho de su tiempo. El seno del hogar es uno de esos espacios, en especial para las mujeres; la parcela de cultivo, en cambio, es un espacio de charla cotidiana para los varones, aunque en ciertos momentos, como durante las cosechas, familias enteras encuentran en los terrenos de cultivo un espacio para el discurso social .

Los ch’oles se llaman a sí mismos Winikon bä lojon y a sus congéneres indígenas (tzotziles, tzeltales y zoques), winik, o sea, gente, personas, hombres (originarios, legítimos). Es un concepto vinculado a la vida en el campo, al trabajo agrícola, a una forma de vida campesina y a un pensamiento ético y moral. Winik es el hombre originario de la tierra, el labrador, es el verdadero trabajador en cuanto productor de los alimentos que consume su propia gente. Esto contrasta con los kaxlanes que “no trabajan”, no producen alimentos, son los que viven del trabajo de los winik: el “castellano”, el extranjero, los ladinos, los finqueros, la Iglesia, el Gobierno. El campesino ch’ol se considera a sí mismo pobre, en oposición al kaxlan, considerado astuto, artificioso y siempre en busca de ganancia. En ese ambiente de tensiones interétnicas, los kaxlanes suelen opinar que “los indios son un obstáculo” porque no aceptan las ideas modernas y el progreso, mientras los ch’oles miran a aquéllos como gente artificiosa, con riqueza y con poder, pero ladrones y mañosos .

En el contexto del actual movimiento zapatista, en lo que algunos científicos sociales han llamado el “fenómeno Marcos”, se están transformando las representaciones simbólicas de la identidad étnica, de la legitimidad política y de las relaciones interculturales, muchos más jóvenes se identifican hoy como indígenas, dándole a este término una valoración positiva, a diferencia de sus antecesores, y ello lleva implícita una abierta oposición hacia el enemigo histórico que los explotó. Han surgido disputas serias por la tierra dentro de las comunidades y en la zona norte de Chiapas hay cuatro municipios autónomos rebeldes zapatistas: La Paz, El Trabajo, Che Guevara y Vicente Guerrero.



http://es.wikipedia.org/wiki/Municipios_Aut%C3%B3nomos_Rebeldes_Zapatistas

La Junta Comunitaria es la institución fundamental de la organización social ch'ol. Lak tampan lak bä (nuestra reunión) es un espacio específico, creado por la comunidad para discutir y tomar decisiones colectivas. Suele estar en el centro del poblado. Las cuevas se reconocen como lugares sagrados, y fueron el lugar privilegiado para las juntas clandestinas de los ch’oles agraristas, en su búsqueda de una reforma agraria que les restituyera las tierras perdidas con las fincas cafetaleras.
Antiguamente, el cabildo indígena requería de un representante (justicia) de cada comunidad que servía de enlace con el Gobierno Estatal, era una figura casi siempre presionada a colaborar en el cobro de impuestos para el Estado, vigilar y mantener el orden.
Los cargos religiosos están desempeñados por los mayordomos, en número variable según los santos patronos. Entre las funciones que tiene hoy en día la mayordomía dirigida por gerontocracias locales está la de educar a los jóvenes para servir a los santos y ser intermediarios entre los hombres, los muertos y las deidades. Otros son formados como curanderos, narradores de historias o líderes agrarios, por mencionar algunos. Los mayordomos  reconocidos plenamente por la comunidad debido a sus cualidades morales y a su sabiduría son los “principales”, también llamados pasaro, y ostentan la máxima autoridad.
En los ancianos se concentra la cultura y la sabiduría étnicas. Si bien mucho de su poder tradicional se ha perdido, continúan siendo la mayor autoridad moral dentro de las comunidades, pues son quienes conservan y reproducen la memoria colectiva .
En algunas localidades, la organización social tradicional ha perdido fuerza al entrar en contacto con otras instituciones estatales, al desarrollarse nuevos canales de ascenso social y al darse los procesos de conversión religiosa .

El ejido supone una nueva estructura organizativa que ha desplazado a los ancianos. Los ejidos son un tipo genérico de comunidad rural, trabajando la tierra individual o colectivamente para su usufructo, tierra que el Estado otorgó en calidad de posesión. Cada comunidad realiza sus propias juntas ejidales para discutir los asuntos comunes con autoridades y procedimientos reglamentados por la Ley Agraria. El delegado ejidal resuelve los problemas locales relacionados con la tierra. Por su función intermediaria, esta figura debe ser bilingüe e instruida, y al no recibir remuneración alguna, es difícil que alguien quiera aceptar el cargo. Otros cargos de gobierno son subagentes municipales, secretarios, tesoreros y auxiliares de policía. Los partidos políticos y las diversas iglesias o sectas han ocasionado fracturas adicionales en la organización social tradicional.

La situación de monolingüismo ha generado por mucho tiempo la necesidad de la mediación de los kaxlanes para tratar algún asunto por escrito. El castellano era y sigue siendo un instrumento primordial de dominación, razón por la cual los ch’oles han tenido como un reto constante la necesidad de aprender la lengua de sus dominadores. Por otro lado, la educación formal impartida por la escuela oficial contrasta con los intereses y circunstancias de las comunidades indígenas. En defensa de sus intereses, los finqueros han buscado la alianza de los maestros, que se han convertido en un sector social poderoso localmente. En consecuencia, los alumnos y la población en general han mantenido confrontaciones con las instituciones educativas oficiales y sus agentes. De ahí que entre la población local se viva cierta incredulidad y frustración, al considerar que asistir a la escuela no brinda ningún beneficio. Las cifras de analfabetos en los municipios ch’oles tradicionales en el estado de Chiapas rondan el 40%.

Las diferentes etapas de la vida de los ch’oles están marcadas por edad y género, así como por alianzas que derivan en derechos y obligaciones dentro de las comunidades .
El matrimonio es uno de los ciclos más importantes en la sociedad ch’ol, pues es el comienzo de una nueva familia o la extensión de la de origen; en general, las comunidades son endógamas. Con el casamiento, la pareja alcanza el estatus de adultez y la capacidad de reproducirse; el hombre obtiene también el derecho a la tierra. El conocimiento agrícola es un factor de estatus al interior de la comunidad campesina, de manera que se considera como un hombre casadero aquel que tiene la capacidad de mantenerse a sí mismo y a su familia mediante su trabajo autónomo.
Un matrimonio se acordaba tradicionalmente entre los padres cuando los hijos eran niños. Los trámites comienzan cuando los padres del joven piden a la mujer y le ofrecen regalos a los futuros suegros. A partir de este momento, la mujer está “apartada”, un estatus respetado por otros muchachos; al mismo tiempo, el joven adquiere el compromiso de ayudar a su futuro suegro en las tareas cotidianas durante un periodo que dura de seis meses a tres años, según lo determine el suegro. Comúnmente, el primer ofrecimiento de matrimonio se acepta, pues de lo contrario la muchacha correría el riesgo de que no la volvieran a “solicitar”. Este procedimiento está perdiendo vigencia, pues debido a las limitaciones económicas y a las ideas provenientes del exterior, muchas parejas se establecen sin seguir el protocolo; sin embargo, con la alternativa de la “huida” la pareja pierde el respaldo familiar .
El compadrazgo representa un enlace muy importante entre las familias. Buscar un compadre lleva implícita la existencia de una amistad o simpatía, por lo general entre matrimonios. Una pareja consolidada por algunos años, con hijos y con recursos, es la mejor candidata para apadrinar desde un bautizo hasta una boda entre las familias católicas; o para los niños que terminan un ciclo escolar entre las protestantes. Para sellar estos compromisos se organizan comidas especiales. Los padrinos adquieren la responsabilidad de velar por los ahijados en caso de que los padres mueran .

Para los ch’oles, la tierra no se concibe como una mercancía, como un objeto de propiedad individual, pues representa algo distinto a una posesión, es algo vital, es una madre que da la vida. La tierra no pertenece a los humanos. Es un ser vivo que continuamente está relacionándose con los hombres, que ofrece pero también exige. Mediante ritos ceremoniales se rinde culto a la tierra. La cueva o un manantial son los puntos para pedir desde allí lluvias o buenas cosechas. Pero para pedir se deben llevar acabo ciertas prácticas, como rezos, velas, comidas, aguardiente o el sacrificio de animales. Esta visión contrasta con el pensamiento occidental y provoca la oposición de los ch'oles a los proyectos económicos en la región.

Igualmente, si el favor se pide a los santos católicos se realizan promesas, como asistir a una peregrinación, arreglar el santuario o dar limosnas .

La narrativa oral tradicional de los ch’oles representa su cosmovisión.

  • En el Popol Vuh el tema central es el conflicto entre el bien y el mal, que se resuelve con el triunfo de uno y la derrota del otro.
  • La creación del mundo se debe a Ch’ujutat (ch’uj: sagrado y tat: padre), quien dejó descender un cordón umbilical unido a él y que al penetrar en las profundidades dio la vida, surgió la tierra, que en principio era más blanda que el agua, más ligera que una nube, era casi como el viento; pero el viento se convierte en nube, la nube en agua, el agua en lodo y el lodo en tierra. Una vez que la tierra ya tiene consistencia, Ch’ujutat crea a doce hombres gigantes, los chumte’ winik (chumte’: pilar, winik: hombre), con el propósito de cargar la tierra. Después de esto fueron creados otros chumte’ winik, también fuertes y gigantes, pero tan sabios que prescindieron del creador. Por esta razón Ch’ujutat mandó la lluvia hasta que la tierra se inundó. Algunos de estos hombres y algunos animales lograron salvarse subiendo a las puntas de los árboles. Fue después de esta catástrofe cuando surgieron las rocas y los cerros. Los chumte’ winik sobrevivientes se convirtieron en monos. La tierra comienza a producir vegetación, la primera planta es ñox pimel (ñox: vieja, pimel: hierba). Tiempo después, el creador forma dos niños para vivir en la tierra bajo su cuidado. Éstos descubren una cueva en la que sólo uno de ellos se adentra. El niño toca una piedra y ésta se convierte en jaguar. El animal, agradecido, sigue al niño, pero cuando su hermano lo ve con el tigre, se llena de envidia y odio, y lo mata. Más tarde, tres zopilotes intentan comer el cadáver, pero accidentalmente lo lanzan a la laguna. El jaguar rescata a su amo, lo lame para secarlo, y éste logra revivir. Desde entonces hombre y jaguar no se separan, el jaguar llamó Xän ok (xän: andar, ok, pie) a su amo, y éste Wäy (espíritu, compañero-animal) a su jaguar. Cuando Xän ok llega a la edad xinte’ (media vida), descubre que necesita una compañera, pero antes de tenerla debía pasar duras pruebas. Xiba’ (el demonio) resguardaba a Ixic (mujer), pero con la ayuda de su jaguar logra vencer a Xiba’. Ch’ujutat le entrega a Ixic, después de acabar con el hermano malo, quien haciéndose pasar por Xän ok exigió diez mujeres. Así pues, Ixic y Xän ok son los ña’al, los progenitores .
  • Sobre la creación del sol y la luna, el día y la noche, los ch’oles cuentan que en tiempos antiguos o wajalix, todo era oscuridad, se alumbraban con la luz de Ñoj ek (ñoj: grande, ek: estrella); entonces vivían en la tierra una madre con su hijo, eran semidioses que tenían la misión de enseñar tecnología a los winik, ella hilaba y tejía, él era agricultor. Un buen día, la mujer pensó que su hijo necesitaba un hermano y lo procreó. La madre no dijo nada de esto al hijo Askun (hermano mayor) hasta que él comenzó a sospechar, y cuando ella le presentó a Ijts’in (hermano menor), sintió mucho rencor, de manera que varias veces intentó matarlo. Ijts’in nunca pudo morir y, cansado de la envidia de su hermano, lo hizo caer de un árbol para luego transformar sus restos en los animales del bosque. La mamá debía recibir con alegría a los animales que llegaran a su casa para que éstos formaran nuevamente a Askun, pero Xiba’ le dijo que ellos eran su hijo muerto, entonces comenzó a llorar y los animales escaparon, por lo que ya no se pudo volver a formar Askun. Por su parte, Ijts’in no podía trabajar como los winik, era muy poderoso, con sus manos quemaba todo lo que quería sembrar. Una vez encontró a un conejo muy blanco y se lo llevó a su mamá, pero el conejo comenzó a arruinar el trabajo de Ijts’in, por lo que en castigo le jaló las orejas hacia atrás; la mamá lo dejó en su casa. Ijts’in trataba de hacer lo mejor para que su madre estuviera contenta, pero ella seguía triste; así que él le dijo que debían irse de aquí; entonces, la madre llevó lo que más quería de la tierra, el conejo. De un salto llegaron al cielo, donde se transformaron en la luna y en el sol. Por eso a la luna se le ve un conejo en el centro. A partir de ese momento, surgieron el día y la noche.
  • Si la tierra no existiera, ni los astros, ni los animales y las plantas, la vida de los winik no podría ser. Los relatos muestran condiciones para que continúe un estado de las cosas. Hay una secuencia de equilibrio, cada ser de la naturaleza ocupa el lugar que le corresponde por alguna circunstancia o acto del pasado. La concepción del mundo indígena es de carácter inclusivo, ya que ve al hombre como parte de la naturaleza. Los mayas se entienden a sí mismos con el entorno, construyen su identidad en íntima relación con un complejo de alteridades naturales, sociales y culturales que los circunda. Es reveladora en este sentido la afirmación reiterada acerca de ser “legítimos”, “originarios”. Se trata de pensarse a sí mismos como hijos de la tierra, como brotados de ella, como “propios del lugar”, al igual que las plantas y los animales. La tierra es un ser vivo, una entidad simbólicamente compleja, una alteridad vivida como madre, como fuente del sustento vital, y políticamente como territorio.
  • Las cosas del mundo, incluyendo los seres vivos, tienen un componente espiritual. Esta idea se encuentra en el centro del concepto maya de persona y vincula lo humano con otro componente natural y sagrado. La enigmática noción del ch’ul, o alma se encuentra muy presente, casi de manera obsesiva, en la narrativa ch’ol y constituye sin duda un referente constante en la vida cotidiana. La incógnita acerca del ch’ul de las cosas —de la gente en particular— es una preocupación constante, y se encuentra fuertemente vinculado con la salud, la enfermedad, los conflictos sociales y el poder. Una parte del ser se encuentra fuera de sí mismo, justamente en el exterior, en el entorno. La apariencia de una persona es entendida así, como un aspecto, como una imagen externa y visible, mientras que otra parte del ser, la más interesante y enigmática, permanece oculta. Es, por cierto, el aspecto de la personalidad en que se centra la reflexión y la especulación cotidianas. Se trata de una alteridad que es parte sustancial del ser, una alteridad que en el pensamiento maya se ubica en el mundo de la naturaleza. El rayo, el viento, el jaguar o el coyote, entre tantos otros, conforman esa alteridad inherente a la personalidad del individuo y de las comunidades. Cada pueblo, cada aldea, cuentan con sus cerros sagrados y, desde la Colonia, con sus santos patronos.
Un importante culto religioso de raigambre muy antigua, tiene como espacio privilegiado las cuevas de las montañas. Tres de ellas guardan un enorme significado simbólico para los ch’oles: Jolja’ en Tumbalá, Rowuan en Palenque y la cueva de Tila. En ellas se practican rituales para pedir que llueva, para rendir culto a las divinidades indígenas y católicas, y, en determinados momentos, para reuniones secretas de rebeliones indígenas.
El santuario del Cristo negro de Tila es otro eje fundamental de la religiosidad indígena de una amplia región del sureste mexicano.







Bibliografía: Ch'oles. José Alejos García. México. CDI, 2007.
www.cdi.gob.mx

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